Mirando la alameda de otoño lacerada,
la alameda profunda de vejez amarilla,
como cuando camino por la hierba segada
busco el rostro de Dios y palpo su mejilla.
Y en esta tarde lenta como una hebra de llanto
por la alameda de oro y de rojez yo siento
un Dios de otoño, un Dios sin ardor y sin canto
¡y lo conozco triste, lleno de desaliento!
Y pienso que tal vez Aquel tremendo y fuerte
Señor, al que cantara de locura embriagada,
no existe, y que mi Padre que las mañanas vierte
tiene la mano laxa, la mejilla cansada.
Se oye en su corazón un rumor de alameda
de otoño: el desgajarse de la suma tristeza.
Su mirada hacia mí como lágrima rueda
y esa mirada mustia me inclina la cabeza.
Y ensayo otra plegaria para este Dios doliente,
plegaria que del polvo del mundo no ha subido:
"Padre, nada te pido, pues te miro a la frente
y eres inmenso, ¡inmenso!, pero te hallas herido".
Gabriela Mistral
quarta-feira, 18 de junho de 2008
Mercedes Sosa / Gabriela Mistral
Publicada por Ricardo de Magalhães à(s) quarta-feira, junho 18, 2008
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1 comentários:
Oi meu amigo
Que beleza escutar e admirar Mercedes Sosa.
Obrigada!Obrigada!Obrigada!Obrigada!
Obrigada!Obrigada!Obrigada!Obrigada!
Tu és um amor de pessoa.
Abraços
Tua amiga Márcia Raquel
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